TEXTOS CANTOS
Rastros indelebles
En la serie “CANTOS”, Ana María Rueda introduce el medio fotográfico en su obra y, a través de él —también por primera vez— un vínculo con lo real, el aquí y el ahora. La serie parece inscribirse en la más reciente tradición artística en Colombia que recurre a la fotografía como el medio privilegiado para explorar temas relacionados con la violencia. Este giro tanto técnico como temático parece contradecir la esencia simbólica y atemporal de su obra anterior, y lo lleva a uno a preguntarse de qué manera se relacionan estos nuevos elementos con las búsquedas e inquietudes artísticas que han caracterizado su trabajo previo.
Las fotos originales de la serie documentan una serie de talleres de interpretación creativa que la artista realizó en el marco de la muestra de la colección RAU traída por el Museo Nacional y realizada en las salas de la Casa de la Moneda, con niños y jóvenes protagonistas y víctimas de la violencia en Colombia. Pese a que su propósito inicial no era “artístico”, estas fotos, aún sin procesar, encerraban para ella las claves de la experiencia misma, en particular, las complejidades inherentes a un encuentro con diferencias abismales de clase, experiencias de vida, concepción del mundo, edades y temporalidades.
Abordar estas complejidades tanto humana como artísticamente a su vez suscitó en ella profundos cuestionamientos sobre la función artística y la ética de la representación—cómo penetrar estas tensiones, cómo respetar un voto tácito de confianza, cómo asumir una labor artística y no etnográfica con una experiencia social, cultural y humana tan cargada.
Comenzó así un largo proceso de alteración, elaboración y ritualización de más de cien retratos que incluía desde la sumersión de las fotos en tanques de agua que ella luego volvió a fotografiar, hasta procesamientos digitales a través de los cuales ella logra crear imágenes inciertas que evocan extrañamente la sensualidad de una pintura.
A través de estos procesos, ella fue reinsertando las imágenes en el ámbito de su propio universo simbólico elaborando imágenes que trascienden su realidad y referencia inmediatas. El agua, elemento vital primordial, crea un espacio simbólico de ensueño, de entrega, e impregna la “realidad” implícita en estas fotos con dimensiones subconscientes y atemporales.
Todo retrato fotográfico revela a la vez que oculta las complejidades de la psiquis y experiencia humana. no hay revelación más contundente que una mirada; ni misterio mayor que las historias que sugiere. Pero también, todo retrato es el registro de una relación entre el sujeto y quien toma la foto. A diferencia de la distancia crítica que muchas veces un fotógrafo documental asume en su rol de testigo imparcial o de observador crítico, Ana María Rueda se involucra en el proceso, tanto que su propio autorretrato se entremezcla al conjunto. Ella forma parte de una relación y de una realidad marcadas por dramáticos contrastes de cosmologías, perspectivas vivenciales y saberes. Sin embargo, en esta serie, ella y los jóvenes ocupan un espacio existencial e interior común. Aunque la narrativa social permea indeleblemente estos retratos, los rostros transcienden momentáneamente el peso de sus identidades y biografías. Por ello, es fascinante como estos retratos sugieren tanto las vivencias más distantes, extremas e inasibles como su más íntimo reconocimiento.
La delicadeza presente en estas imágenes parece surgir del deseo de sustituir brutalidad por compasión, la injusticia por la redención, el dolor por la imaginación acaso para recuperar a través de ellas el derecho a la inocencia.
Carolina Ponce de León
San Francisco, Octubre 22 del 2004
Agua como horizonte
En el trabajo de Ana María Rueda la relación con los elementos (aire, agua , fuego, tierra) ha aparecido de manera constante, en ocasiones de manera representativa (pinturas en las cuales el pigmento fluye horizontalmente como un río), a veces de forma literal (su trabajo con hierros candentes sobre madera y papel), otras veces como alegorías sutiles -como cuando utiliza la repetición de imágenes para referirse al eco (fenómeno mediante el cual tomamos conciencia del aire como elemento físico en el que estamos inmersos). Lo anterior ha dado como resultado una obra formalmente muy diversa a pesar de mantener un hilo conductor conceptualmente coherente.
Paralelo a su trabajo como artista, Ana María Rueda ha realizado desde hace mucho tiempo talleres con niños y jóvenes, a los cuales involucra en los procesos creativos al exponerlos a las obras de arte exhibidas en los museos. Más que pretender que el niño aprenda la historia del arte en estas visitas y talleres, la intención de Rueda es estimular una reflexión sobre el rol del arte en la sociedad y mas específicamente en la vida de aquellos que están fuera de lo que se considera convencionalmente como el medio artístico. En consecuencia, el interés, cuestionamiento o inclusive rechazo de los niños a lo que se les presenta, así como las razones y motivos de sus reacciones, se convierten en la parte más importante del proceso: es allí en donde el taller cumple un papel instrumental, logrando que algo muy íntimo -sus historias personales, sus recuerdos, sus intereses, sus prejuicios- emerja, por así decirlo, a la superficie.
En 2002, Rueda realizó una serie de talleres de apoyo a la exposición de la Colección Rau, muestra de obras maestras del arte universal presentada en la Casa de Moneda de Bogotá . En esta ocasión la artista documentó su propia interacción con los niños -y la de ellos con las obras de arte y el material didáctico de la exposición como parte de su proceso pedagógico. La exposición tenía una pequeña sala infantil en la cual había reproducciones de algunas de las obras maestras exhibidas, con espacios vacíos en la parte que correspondía a la cara del personaje con el fin de que los niños pudieran verse a si mismos como parte integral de las obras. Cada cuadro estaba reproducido en la parte interior de una caja y frente a el había un espejo, de tal manera que cuando el niño metía la cabeza en el orificio, el único espectador de la escena era él mismo, quien asumía el rol para su propio disfrute.
Rueda fotografió la imagen en el espejo desde arriba, no interrumpiendo de esa manera la relación de cada joven con la imagen que representaba para si mismo. Al mirar las fotografías resultantes, sintió que habían logrado captar el espíritu del proceso que había tenido lugar en el taller y decidió en consecuencia realizar un trabajo con ellas. Sin embargo, a pesar de que la imagen estaba ya mediada por un filtro (el espejo) que evitaba una representación directa para la cámara, Rueda pensó que era necesario un nivel más de distanciamiento entre la relación íntima de cada joven con su imagen y la instancia de exhibición pública. Las imágenes tienen un carácter de ensoñación y a la vez una fuerte carga sicológica. La mayoría de los niños aparecen pensativos, como reflexionando sobre su lugar en el mundo. Rueda vio en estas imágenes una expresión del subconsciente, y consideró que el agua podía ser a la vez una instancia de distanciamiento y una metáfora del mundo interior que parecía estar aflorando en las fotografías. Las fotos fueron inmersas en agua y re-fotografiadas en distintos niveles de inmersión y en diferentes ángulos, logrando un efecto particular en cada caso en función de la relación de la mirada con el nivel del agua. La inmersión en el medio líquido parece devolver las imágenes a un estado de gravidez pre-consciente, y las dotan de una extrema fragilidad y vulnerabilidad. No es improcedente señalar que algunos de estos niños y jóvenes habían estado expuestos a algunas de las circunstancias más duras y difíciles que un ser humano pueda afrontar, y que se encontraban en un complejo proceso de inserción en una vida urbana, familiar y social Su inmersión en un espacio de libertad, como es el espacio artístico, fue uno de los pasos en su gradual involucramiento en la vida en sociedad.
El agua es un símbolo presente en todas las culturas, casi siempre identificado con el origen y los mitos de creación. En un sentido más abstracto, es posible entender el agua como un elemento ambivalente de transición entre lo terrenal y lo etéreo, elemento flexible y dúctil que se adapta a todas las formas posibles, solvente universal en el que todo comienza y todo termina. Somos agua, venimos de ella y eventualmente volvemos a ella. Como lo anota Antonio Alfeca refiriéndose a la poesía de Vicente Aleixandre, «si en el universo el agua es lo cambiante emanado de una realidad fundamental, en el interior de la persona el agua es (…) el principio vital cambiante identificable con los estados del alma, las emociones y los sentimientos»[2]. Rueda relata cómo en el transcurso del taller los niños fueron lentamente venciendo sus prevenciones, logrando poco a poco que las historias más guardadas terminaran por salir, como una forma de catarsis y liberación. El agua, en palabras de Lao-Tsé, “no lucha, y sin embargo, nada le iguala en romper lo fuerte y lo duro˜. El proceso que esta narrado en las fotografías de Rueda es intraducible y difícilmente narrable con palabras. En consecuencia, sus imágenes recurren a la alegoría para referirse al difícil proceso de abrirse al mundo cuando en algunos de estos casos se ha construido una barrera para protegerse de él.
José Roca.
[1] Organizada por el Museo Nacional de Colombia.
[2] Alfeca, Antonio, » Apuntes sobre el bestiario personal de
Vicente Aleixandre en La destrucción o el amor», en Revista Almiar
(https://www.margencero.com/articulos/alfeca_bestiario3.htm)
Reflejos o refracciones?
Miremos la obra de Ana María Rueda, llamada Agua como Horizonte (2005).
La fotografía del niño presenta una desviación a la altura del horizonte del agua; ésta se debe a que la luz al cambiar de medio –de aire a agua, medios de diferentes propiedadesdisminuye su velocidad creando un ángulo en la propagación de onda. La imagen da cuenta del cambio de velocidad de la onda como fenómeno y como acción de la mirada. La refracción no sólo es un fenómeno físico afuera de nuestra mirada sino que crea nuestra mirada. Nuestro ojo ve graciasa la refracción. La luz cambia su angulación al entrar al ojo invirtiendo los rayos que excitarán a laretina. Los defectos como la miopía, presbicia o hipermetropía se generan en errores de refracción.¿Todo esto para qué? ¿Para que ahondar en un fenómeno físico? ¿Para qué traer una explicacióndel orden fisiológico a un texto sobre la mirada, el cuerpo y sus imágenes? ¿Para qué? Con esto nobusco desviar el texto de la obra de Ana maría Rueda, además de ser esta fotografía (Figura 3) unejemplo de refracción, es el mecanismo de creación que usa la artista la que me lleva a pensar e imaginar la refracción como elemento de constitución. José Ignacio Roca describe la obra de la siguiente manera,
En 2002, Rueda realizó una serie de talleres de apoyo a la exposición de la Colección Rau, muestra de obras maestras del arte universal presentada en la Casa deMoneda de Bogotá. La artista documentó su propia interacción con los niños – y la de ellos con las obras de arte y el material didáctico de la exposición – como parte de su proceso pedagógico.
La exposición tenía una sala infantil con reproducciones de algunas de las obras maestras exhibidas, con espacios vacíos en la parte que correspondía a la cara del personaje para que los niños pudieran verse a si mismos como parte integral de las obras. Cada cuadro estaba reproducido en la parte interior de una caja y frente a él había un espejo, de tal manera que cuando el niño metía la cabeza en el orificio, el único espectador de la escena era él mismo, quien asumía el rol para su propio disfrute. Rueda fotografió el espejo desde arriba, no interrumpiendo de esa manera la relación de cada joven con la imagen que representaba para si mismo. […] A pesar de que la imagen estaba ya mediada por un filtro (el espejo) que evitaba una representación directa para la cámara, Rueda sintió que era necesario un nivel más de distanciamiento entre la relación íntima de cada joven con su imagen y la instancia de exhibición pública. […] Las fotos fueron inmersas en agua y re-fotografiadas, logrando un efecto particular en cada caso en función de la relación de la mirada con el nivel del agua. La inmersión en el medio líquido parece devolver las imágenes a un estado de gravidez pre-consciente, y las dotan de una extrema fragilidad yvulnerabilidad (Columna de Arena No. 67, Mayo, 2005).
Vemos que Roca asume el espejo como un filtro y el agua como un agente de distanciamiento. Quiero anotar estas precisiones que el critico realiza acerca de la obra de Ruedapara pensarlas en términos de dislocaciones, no como un problema de distancia sino de completa transformación. El niño se ve primeramente inmerso en un cuadro que se significa como histórico al ser un objeto de una colección de arte. Esta primera inmersión le trae al niño una memoria que no tiene, se ve atrapado confrontando sus momentos, su imagen en la pintura. Como Penone, el niño mira a un allá que yo como observador no puedo acceder, a un reflejo perdido. Recuerd siendo guía en el Museo Metropolitano de Nueva York cuando un niño afroamericano de ocho añosme pregunta “¿Dónde están los cuadros de la gente negra?” En un momento dilató su memoria, la mía, y la histórica que presenta el museo retractándonos en reflejos perdidos. Como lo señala Roca en el caso de Rueda, “es allí en donde el taller cumple un papel instrumental, logrando que algo muy íntimo – sus historias personales, sus recuerdos, sus intereses, sus prejuicios- emerja, por así decirlo, a la superficie.” Rueda no toma la fotografía al niño sino al espejo como un primer intento de recuperación del reflejo perdido, como aquel gesto que yo realizo al buscar en los ojos de Penone mi mirada. Esta dislocación no es un reflejo, es una refracción que modifica la imagen, nuestro sentido de ver, de apreciarnos y de entendernos. Si, evidentemente esta perdido para nosotros como espectadores sin embargo se presenta a través de lo que sugiere Roca como “estado de gravidez pre-conciente” de l imagen, un efecto de la memoria. Recordemos una vez más el fenómeno físico de la refracción. Laluz choca y su velocidad disminuye. Esta velocidad la interpreto como la posibilidad de un doble momento de pensarse. En ese tiempo dilatado Rueda toma la foto al espejo, a una imagen invertida, a la mirada del niño, no al niño. Esta dilatación es el efecto de la memoria que sólo es posible en elmomento de la refracción. Una vez más hay dos momentos en ese reflejo. Un momento primero de mirada donde el niño se ve inmerso en la pintura y un momento dos donde la imagen es inmersa en el agua. El agua como horizonte evidencia lo penetrable del límite, lo penetrable del espejo, pero no como reflejo sino como refracción. La refracción es penetrable, se inserta en el otro medio y nos lo muestra. El agua en la imagen presenta un espacio de contención Esa penetrabilidad que se da en la refracción, tiene ciertas características. Además de una dislocación de tiempo que conlleva la ejecución de una memoria, la refracción igualmente memuestra una contención. La imagen de Rueda también nos presenta, debido al ángulo en que es tomada la foto, al medio, el agua, devolviéndonos parte de la imagen invocando un movimiento que va en más de una vía. Pero de manera interesante esta imagen que se refleja dentro del agua sólo es posible obtenerla si se da la mirada desde allí, desde el segundo medio. Rueda nos ofrece la posibilidad de que aquí el agua no sea sólo un horizonte o filtro, ella es un espejo. Es como si esa superficie biselada se multiplicara, no solo en el aparente horizonte sino en la memoria, en una reflexión total.1 Bergson utiliza en su libro Materia y Memoria la idea de reflexión total como la metáfora de la relación entre percepción, cuerpo y memoria. Materia para Bergson es el agregado de imágenes y percepción la acción amplificada de mi cuerpo, mi imagen, con respecto a este agregado de imágenes a la matera. Para tal fin percepción es la reflexión total al mundo: mi cuerpo actuandoen él. La reflexión total son una serie de rayos que no alcanzan a salir y se contienen en el agua devolviéndose reflejándose dentro del mismo medio, así es la percepción para Bergson; en la reflexión total los objetos despliegan una imagen virtual de sí que es la influencia eventual de lo viviente en ellos.